Los enredos de alcoba de los poderosos
(Segunda Parte)
Segunda entrega con las anécdotas más picantes (y algunas
algo escalofriantes) de todas las épocas y lugares en las que están implicados
emperadores, reyes, generales, consejeros, ministros y toda clase de poderoso.
Las apariencias engañan: Las dos hijas de Felipe IV "El
Hermoso" (1268-1314), rey de Francia, fueron "muy livianas de
cascos" según las crónicas de la época. Una de ellas, la bella y fría Ana
Isabel, "La Loba", se casó con Eduardo II de Inglaterra, que era un
reconocido homosexual. Junto a su amante Roger de Mortimer, reclutó un
ejército, invadió Inglaterra e hizo prisionero a su esposo. El 12 de septiembre
de 1327, Eduardo fue ejecutado por empalamiento en el castillo de Berkeley,
Gloucestershire, pero cuidaron de que el cuerpo no mostrara signos de tortura
para enterrarlo con todos los honores por "muerte natural".
Un amante para la reina:
A Ana de Austria (1601-1666) se le
atribuyó una aventura amorosa con George Villiers, duque de Buckingham. Aunque nunca se comprobó la relación, los galanteos del duque causaron la separación de Ana y Luis XIII, que vivieron varios años en residencias distintas, hasta que se reconciliaron.
Clases de sexo para el rey: Luis XIII de Francia
(1601-1643) se casó con Ana de Austria
cuando ambos tenían catorce años de edad. Pese a la fama que siempre ha tenido
la corte francesa, y lo libertino que fue el ambiente donde este rey desarrolló
su infancia, Luis XIII se casó virgen e ignorante de todo lo relacionado con el
sexo. Como el matrimonio no se consumaba Ana, pese a tener la misma edad que su
esposo, ni corta ni perezosa, se quejó de a su hermano Felipe IV, rey de
España, de que su esposo no cumplía los deberes conyugales. Felipe transmitió
la queja al Papa Pablo V. Éste, a su vez, se puso en contacto con el embajador
de Venecia, porque sabía que era amigo personal del rey, y el nuncio en París.
Ellos dos y la reina urdieron con la reina una pequeña, ingeniosa y práctica estratagema.
Se las ingeniaron para conseguir que el rey pudiera contemplar a escondidas una
cópula entre una de sus hermanas y su esposo. Cuando el joven rey vio lo que
había que hacer, solicitó acudir a los aposentos de su reina para llevar la
teoría a la práctica. Ésta, que le estaba esperando en el lecho, le ayudó a
actuar como debía en la ocasión, y no tuvo que volver a quejarse al rey de
España por este asunto.
Sífilis en alta mar: Carlota de Bélgica (1840-1927) estaba
profundamente enamorada de su marido Maximiliano de Habsburgo (1832-1867),
emperador de México, hasta que se enteró de que su esposo había contraído
sífilis por unas libertinas durante una travesía marítima. Carlota le prohibió
la entrada a su aposento a su marido desde entonces.
Carlota de Bélgica y Maximiliano Habsburgo
De copas y disfraces: La princesa Isabel, hija de Catalina I
de Rusia (1681-1727), asistía con sus amigas a bailes de travestidos para
emborracharse. En aquella época, las mujeres no podían beber alcochol en los
acontecimientos públicos.
No hagas la guerra, pero cumple en casa: Mohandas Karamchand,
más conocido como Mahatma Gandhi (1869-1948), líder nacionalista indio que
llevó a su país a lograr su independencia mediante la revolución pacífica, fue
un marido maltratador cuando estaba recién casado con Kasturbai Nakanji. Sin
embargo, ésta pudo haber pedido la anulación del matrimonio no sólo por esto,
sino porque Gandhi rehusó cumplir sus deberes de alcoba desde que se dedicó a
combatir contra la opresión británica. Pero Kasturbai no lo hizo por amor a su
esposo; y hasta toleró que, ya más maduro, su esposo mantuviera relaciones con
jovencitas menores de edad, con la excusa de que lo ayudaban a rejuvenecerse.
¡Qué par de tortolitos!: Uno de los enlaces más apasionados
y conocidos de la historia fue el protagonizado por la princesa bávara
Elizabeth Wittelsbach (1837-1898), más conocida como Sissí, y Francisco José I
(1830-1916), emperador de Austria y Hungría. Sin embargo antes de que Sissí
entrara en su vida, Francisco José estaba enamorada de Elena, la hermana mayor
de Elizabeth.
Estaba hecho un toro: Fernando II El Católico (1452-1516)
eran un gran consumidor de criadillas de toro, ya que creía que la ingesta de
los testículos bovinos fortalecía su virilidad.
Un rey ardiente: Felipe V de España tenía la libido tan
elevada que literalmente agotó sexualmente a su primera consorte, María Luisa
Gabriela de Saboya, con la que tuvo cuatro hijos de los que sólo dos
sobrevivieron. Incapaz de refrenar sus impulsos sexuales, el rey se obcecó en
acostarse con la reina incluso después de que ésta contrajera la tuberculosis y
los médico le informaran que su estado era crítico. Felipe hizo el amor con
María Luisa hasta poco antes de que ella falleciera. Su segunda esposa, la poco
agraciada e intrigante Isabel de Farnesio, supo sacar partido al implacable
apetito sexual del rey, a quien complacía con creces para someterlo y ejercer
una notable influencia en la política del reino.
María Luisa Gabriela de Saboya (1701–1714), Felipe V de
España (1683-1743) e Isabel de Farnesio (1714-1746)
Mujer inspirada: La reina navarra Margarita de Angulema
(1518-1549) tuvo dos maridos y estuvo envuelta en una intensa aventura de amor
platónico con una docena de hombres a la vez. Fruto de esta situación, fue el
libro de relatos "Heptamerón", inspirado en el "Decamerón"
de Boccaccio.
Derrotado en el lecho: Atila (406-453), rey de los Hunos,
conocido en occidente como "El azote de Dios" y llamado Etzel por los
alemanes y Ethele por los húngaros, libró sangrientas contiendas al mando de la
temible caballería del ejército huno. pero Atila no murió en el campo de
batalla, como cabría esperar. Lo encontró la muerte cuando hacía el amor en la
noche de bodas con Hidegunda, su esposa número 453, que era hija de un rey
borgoñón, y mientras esperaba la llegada de su siguiente esposa, la princesa
romana Honoria, hermana del Emperador Valentiniano III, con quien esperaba
contraer el 454° matrimonio, pero no llegó.
Un lunar inconfundible: La vida disoluta de Augusto II
(1670-1733), elector de Sajoni y rey de Polonia, quedó certificada con el
nacimiento de 300 hijos. con tanta progenie, no era de extrañar que practicara
incesto con alguna de sus hijas legítimas. Cuenta la leyenda que la muchacha se
parecía tan poco al monarca que no sospechó que fuera su padre. Éste, sin embargo,
se dio cuenta del parentesco después de una noche de pasión, el reconocer en el
muslo de la muchacha un lunar idéntico al que él mismo poseía.
Carlos Berdún, periodista y profesor de historia.
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