La ¿oscura? Edad Media (Segunda Parte)
La única unión carnal posible era la heterosexual y con
fines procreativos. Y la única unión hombre-mujer
consentida era el
sacramento del matrimonio.
El control de la sexualidad durante los mil años del
Medioevo europeo marcaron usos y costumbres que, hoy, todavía colorean los
tabúes acerca del sexo. Parafraseando a mi profesor del profesorado, en más de
mil años de historia difícilmente se puede hablar de un aspecto humano que no
haya mutado en un periodo tan largo. Sin embargo, la sexualidad, durante todo
el Medioevo, tuvo características muy notorias y determinadas.
Edición española de "Lilium Medicinae"de1495
Practicar con moderación: Para el ilustre médico de
Montpellier Bernardo de Gordonio, la práctica del sexo con “moderación” acarrea
beneficios “saludables”; y dice en su “Lilium Medicinae” que la abstinencia
sexual no es buena e incluso muy negativa para las mujeres. Las reprimidas
sufre sofocación de la matriz, una patología que Bernardo describió de la
siguiente manera: “escotoma, vértigo, dolor de cabeza, siente humo dañino que
sube a las partes de arriba, tiene las manos apretadas sobre el vientre y las
pernas encogidas”. Según comentaba el sabio, las más afectadas son las viudas y
las jóvenes sin compromiso. Este galeno también advertía que la contemplación
del cuerpo desnudo femenino es una manera no debida y fea de realizar el coito.
La tercera es la vencida: Los líos de polleras fueron
comunes entre los clérigos españoles, hasta el extremo de que el obispo Pedro
de Cuéllar tuvo que tomar medidas en su diócesis, como consta en su Catecismo
de 1368, donde prohíbe a los curas que compartan vivienda incluso con mujeres
de su familia, y ordena que no hablen con las monjas salvo delante de otras dos
o tres y en lugares libres de sospechas. En caso de ser sorprendidos en pecado,
la manceba era excomulgada y, si vivía públicamente como compañera, ella y los
hijos eran reducidos a la servidumbre. En lo que se refiere al clérigo pecador,
éste podía ser amonestado hasta tres veces y, si luego hacía caso omiso, perdía
parte de sus bendiciones y su cargo religioso.
Una de sangría y otras de fumigaciones: Los médicos
medievales, al igual que los religiosos, prescribían remedios contra los
pensamientos impuros. A los varones se les recomendaban que se sometieran a una
sangría de las venas superficiales a nivel de la cara superior del muslo. A las
mujeres libidinosas les prescribían incienso y otras fumigaciones que se
insuflaban en la cavidad genital.
Por una universidad menos viciosa: Las casas de mala fama y
el ejercicio de la prostitución se concentraban en las villas universitarias,
como Florencia, Padua, París, Heidelberg, Oxford y Salamanca. Los moralistas
denunciaron la constante tentación al pecado que sufrían los universitarios y
los rectores dictaron una serie de disposiciones para impedir las salidas
nocturnas de los universitarios a prostíbulos y calles de mal vivir. Las normas
eran generalmente incumplidas y los jóvenes pasaban normalmente más tiempo en
malas compañías que de los libros.
Ahora sí, ahora no…: En el siglo XV, las prostitutas
españolas se agrupaban en mancebías cercadas por murallas. Estos
establecimientos, que recibían a centenares de mujeres, fueron reglamentados
por Felipe II, suprimidos por Felipe IV, y reimplantados por Carlos II, y
legalizados definitivamente en 1865.
Castigo dietético: Los solteros nobles que mantenían
relaciones con la servidumbre cumplían una penitencia de 20 días a pan y agua.
Una fatal enfermedad llamada amor: la palabra amor tenía un
significado negativo en la conciencia medieval. Para designar el afecto o el
cariño en la pareja, se utilizaban otros términos: como charitas coniugalis,
una mezcla de ternura y amistad; dilectio, el amor de preferencia y de respeto;
o caritas, esto es, amor conyugal, y honesta copulatio, relación sexual para
procrear. El vocablo amor era del todo extramarital y se aplicaba a la pasión
sensual, irracional, irresistible y destructiva que desembocaba en una
patología llamada amor hereos o amor heroicas.
Arnau de Villanova
La tentación de la carne: Para reprimir los impulsos
eróticos, los médicos aconsejaban limitar e incluso suprimir la ingesta de
carne, ya que creían que ésta contribuye a la elaboración de la materia
seminal, con el consiguiente incentivo de la lujuria. El médico catalán Arnau
de Vilanova aseguró en su obra “Tarctatus de esu carnium” que los manjares
sabrosos y suculentos abrían las puertas de la sensualidad y conducían a una
excesiva exuberancia vital que incitaba al acto sexual.
¡Qué ideas aquellas!: El médico Avicena explicaba en su
“Canon” que la erección masculina se debe a una fuerte ventosidad que aporta el
spiritus desiderativus, para de este modo transformar la parte pertinente del
cuerpo en una máquina neumática. Y según San Alberto Magno, la eyaculación es
provocada por la acción espasmódica de una enorme ventosidad.
Rojos por un pelo: Una creencia popular aseveraba que los
hijos engendrados durante las menstruaciones eran pelirrojos.
Todos contra los homosexuales: La mujer española acusa de
adúltera sólo podía ser denunciada por los varones de la familia. Pero cuando
se trataba de actos homosexuales, cualquier persona del pueblo podía acusar
ante la ley a los sospechosos y sospechosas. Si se probaba su homosexualidad
eran inmediatamente ejecutados, salvo los menores de 14 años, ya que se
consideraba que a esa edad todavía no eran conscientes de sus actos.
Las relaciones sexuales en el matrimonio estaban
reguladas muy fuertemente en la Edad Media
Los dos a la vez: Algunos médicos medievales aseguraban que
la mujer que deseaba quedar embarazada debía hacer el amor con placer, ya que
éste era un signo inequívoco de que durante el coito se producía la eyaculación
del semen femenino. Para que éste y el del hombre coincidieran en espacio y
tiempo, los orgasmos debían ser sincronizados. La falta de sincronía sexual era
considerada causa de esterilidad.
Además de filtrar…: Nuestros riñones se llaman así desde la
Edad Media. Los médicos denominaron a este par de órganos filtradores renes,
porque rivi ab his obsceni humoris nascantur, es decir, porque el fluido
(rivis) del semen (obsenus humor) brota de ese lugar.
Alberto Magno (fresco, 1352, Treviso, Italia)
Mal de ojos: San Alberto Magno y otras figuras destacada
coetáneas prevenían de los peligros de las mujeres postmenopáusicas. Según
estos eruditos, el flujo menstrual, que ya no puede escapar del cuerpo, sube
hasta los ojos femeninos y se proyecta a través de la mirada, lo que resulta
maléficos para los hombres que los contemplen.
En castigo, ¡ayuno!: Entre los siglos VI y IX, la Iglesia
castigaba la masturbación femenina con 7 años de ayuno y la masculina con penas
de 2 a 15 años.
Carlos Berdún, periodista y profesor de historia.
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