(Primera Parte)
La sociedad romana era muy promiscua y liberal. Un ciudadano
podía tener mantener relaciones sexuales fácilmente con su esposa en casa, con
un hombre en los baños, con una prostituta en un burdel, o con un esclavo, y
sólo ser criticado si no era capaz de mantener cada cosa en su lugar. La moral
de la sexualidad romana giraba alrededor de la idea del control. Ser esposa,
tenía más que ver con el status social. Nadie exigía a las mujeres casadas que
no recibiesen visitas libremente, aunque debían mantener una serie de códigos
morales y sociales determinados. En Roma, se creía que el amor disminuía la
capacidad de pensamiento racional y era visto como algo ridículo. Un beso en
público de un matrimonio resultaba algo indecente. La homosexualidad no era
condenada, pero tenía reglas muy precisas.
Un herencia griega: Los romanos heredaron de los griegos el
lucrativo negocio de los eunucos, los jóvenes castrados. En Roma se podían
encontrar tres clases de eunucos: los castrati, a los que se les había
extirpado los órganos sexuales; los spadones, que estaban privados de un solo
testículo y podían realizar el acto sexual como "activos"; y los
thibiae, que conservaban los genitales aunque inutilizados.
"Piercing" preventivo: Los romanos celosos hacían
que se insertara un pasador o una especie de anillo en el prepucio de sus
esclavos para impedir que tuvieran relaciones sexuales con su esposa, sus hijas
y sus otras esclavas.
Casadas a los 12: El derecho romano determinó los 12 años
como la edad a la que una muchacha dada por su padre a un marido se convirtiera
oficialmente en "matrona", es decir, esposa honorable con todos los
derechos del matrimonio. Aunque los médicos romanos sabían perfectamente que
las niñas alcanzaban la pubertad, por lo general, a los 14 años, argumentaban
en clave científica que la necesidad de desposarlas antes de esa etapa del
desarrollo para facilitar, gracias a una relación sexual precoz, el flujo de
las primeras menstruaciones. Médicos como Sorano de Éfeso, que vivió en la
época de Trajano y Adriano (98 - 138 dC), creía que las niñas nacían con la
vagina obturada. El matrimonio prepuberal de las mujeres fue una práctica que
se extendió por todo el Imperio, y hay constancias de que alguna niñas fueron
abusadas a edades tan tempranas como los 9 y los 10 años.
Esperá un poquito más, un poquito más...: Los médicos
romanos desaconsejaban el coitus interruptus, ya que la retención de la
eyaculación al final del coito era considerada muy perniciosa para los riñones
y la vejiga del hombre; y porque, como método anticonceptivos, era inútil.
Sexo... ¡y a lavarse!: Las mujeres romanas creían que
después de mantener relaciones sexuales, el semen era literalmente absorbido
por la matriz. Para impedirlo y evitar el embarazo, muchas mujeres se
incorporaban inmeditamente después del clímax y se lavaban presurosamente sus
partes íntimas.
Lo juro por mis huevos: Ante el juez, los romanos juraban
decir la verdad apretándose los testículos con la mano derecha. De esta
costumbre proviene el verbo "testificar".
Tratamiento inadecuado: Los médicos consideraban la matriz
femenina como una víscera más y para curar sus males aplicaban purgantes
eméticos con el objeto de que la mujer vomitara.
Tres hermanas para un tirano: Julio César Germánico (12-41
dC), más conocido como el emperador Calígula, se acostaba con sus tres
hermanas: Livila, Agripina y Drusila. Dos de ellas, incluso, ejercieron la
prostitución en el burdel imperial, situado en el ala lateral del palacio.
Ósculos contagiosos: El segundo emperador romano, Tiberio
Julio César (42 aC - 37 dC), prohibió que la gente se besase en los labios
debido a una gran epidemia de pupas labiales que invadió Roma durante su
reinado.
Los romanos y la interrupción del embarazo: Las prácticas
abortivas estaban penadas siempre que causaran la muerte de la mujer
embarazada. Si el fracaso había sido causado por una intervención quirúrgica o
mecánica, como la introducción de sondas metálicas, se consideraba asesinato; y
si la muerte de la mujer era causada debido a la ingesta de una pócima, la ley
lo consideraba envenenamiento y, por lo tanto, un crímen.
Con las piernas fracturadas: Las rigurosas leyes de Octavio
Augusto (23 - 14 aC) castigaban a los esclavos que cometían adulterio con
terribles torturan que terminaban con la fractura de las piernas.
Mujeres marcadas: En el año 180 aC, Marco Aurelio reglamentó
la prostitución. La mujer que la ejercía debía llevar su licencia stupri, que
sería la marca de la indignidad e infamia hasta su muerte. Además de ser
vigiladas por los censores públicos, las prostitutas debían pagar a éstos el
impuesto vectigal, creado por el emperador Calígula, que equivalía a la octava
parte de sus ganancias diarias.
El oficio más antiguo bien reglamentado: En la antigua Roma
existía un amplio desarrollo de la prostitución. Catón el Viejo dice que
"es bueno que los jóvenes poseídos por la lujuria vayan a los burdeles en
vez de tener que molestar a las esposas de otros hombres". Las prostitutas
eran educadas para la conversación y el placer, debían llevar vestimentas
diferentes, teñirse el cabello o llevar pelucas amarillas y eran inscritas en
un registro. En el año 1 d.C. el registro contaba con 32.000 prostitutas
inscritas. Las prostitutas que estaban registradas en las listas públicas eran
conocidas como Meretrices mientras que las Prostibulae ejercían su profesión
donde podían, librándose del impuesto.
Las conocidas como Ambulatarae recibían ese nombre por
trabajar en la calle o en el circo mientras que las Lupae trabajaban en los
bosques cercanos a la ciudad y las Bustuariae en los cementerios. Las
prostitutas de más alta categoría eran conocidas como Delicatae y tenían entre
sus clientes a senadores, negociantes o generales. Generalmente la mayoría de
las prostitutas se podían encontrar en burdeles llamados lupanares,
establecimientos que contaban con licencia municipal. También se encontraban
prostitutas cerca de los circos y anfiteatros o aquellos lugares donde el sexo
era un complemento de la actividad principal: tabernas, baños o posadas.
Quién veló por ellas: Las mujeres honorables siempre salían
de sus casas cubiertas con un velo o un manto que hacía las veces de señal de
advertencia ("cuidado, es una dama distinguida a la que no hay que
acercarse so pena de graves sanciones"). La mujer que deambulaba con la
cabeza al descubierto no contaba con la protección de la ley romana contra
posibles agresores, que podían beneficiarse de todas las circunstancias
atenuantes. durante la República (509 - 27 aC) los hombres solían divorciarse
si su esposa salía a la calle sin su velo.
Prohibido ir de compras: con velo o sin él, las matronas
romanas honorables salían tan poco del hogar que incluso para comprar sus
prendas de vestir, se mandaba a esclavas de confianza o a mujeres mayores que
ya no podían atraer las miradas de los galanes, o, incluso, a niñas muy
jóvenes.
Carlos Berdún , periodista y profesor de historia.
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